viernes, 24 de julio de 2015

Ensayo sobre Absceso.

UNIVERSIDAD DE CARABOBO – SEDE ARAGUA
ESCUELA DE MEDICINA “DR. WITREMUNDO TORREALBA”
DEPARTAMENTO DE SALUD PÚBLICA




Ensayo sobre Absceso.




FACILITADOR: DR. PHD RICHARD PALMA
AUTORES:
 ELLEN BOTERO: BACHILLER EN CIENCIAS, INTERNO DE PREGRADO DE 6TO AÑO DE MEDICINA – UC.

MANUEL GARCIA: BACHILLER EN CIENCIAS, INTERNO DE PREGRADO DE 6TO AÑO DE MEDICINA – UC.


JULIO, 2015





Resumen.

Un absceso es una acumulación de pus, generalmente causada por una infección bacteriana. Cuando las bacterias invaden el tejido sano, la infección se extiende por toda el área. Algunas células mueren y se desintegran, dejando espacios en los que se acumulan líquido y células infectadas. Los glóbulos blancos, los defensores del organismo contra la infección, se desplazan hacia estos espacios y después de engullir a las bacterias, mueren. La acumulación de glóbulos blancos forma el pus, una sustancia cremosa que llena la zona. A medida que el pus se deposita, el tejido sano es desplazado. Al final este tejido acaba creciendo alrededor del absceso hasta rodearlo; el organismo intenta de este modo evitar una mayor extensión de la infección. Si un absceso se rompe hacia dentro, la infección puede extenderse tanto por el interior del cuerpo como bajo la superficie de la piel, dependiendo de dónde se encuentre el absceso.
Una infección bacteriana puede generar un absceso de varias formas. Por ejemplo, una herida punzante hecha con una aguja sucia puede hacer llegar bacterias al tejido subcutáneo. A veces las bacterias pueden diseminarse a partir de una infección de otra parte del organismo. Así mismo, las bacterias que normalmente viven en el cuerpo pero no causan daño alguno, ocasionalmente pueden provocar un absceso. Las posibilidades de que éste se forme aumentan si hay suciedad o un cuerpo extraño en la zona infectada, si la zona de invasión bacteriana tiene un bajo aporte sanguíneo (como sucede en la diabetes) o si el sistema inmunitario de la persona se encuentra debilitado (como sucede en el SIDA).
Los abscesos pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo, incluyendo los pulmones, la boca, el recto y los músculos. Son bastante frecuentes en la piel o debajo de ésta, especialmente en la cara.

Palabras claves: Abscesos, bacterias, infección, pus.









Introducción.
Con el desarrollo de este ensayo se  pretende ampliar los conocimientos ya adquiridos, de los diferentes problemas de salud que afectan a los usuarios (as) con complicaciones por absceso y las posibles consecuencias que puede acarrear sino son tratados a tiempo dicha patología. Explicando a su vez que un absceso es es una acumulación de pus en cualquier parte del cuerpo y  que en la mayoría de los casos, este mismo causa hinchazón e inflamación a su alrededor o también llamado signos de flogosis. Debido a la relevancia que revisten las infecciones e inflamaciones por estas purulencias generalmente cutáneas, donde las autoridades sanitarias deben actuar para la concientización sobre dicha patología el objetivo primordial de dicho ensayo es dar un amplio conocimiento sobre la patogénesis y causas de los absceso y a su vez  satisfacer las necesidades básicas del individuo enfermo con una recuperación y rehabilitación del mismo, para incorporarlo a sus actividades y su medio social.








Un absceso es una colección de pus localizada en una zona anatómica concreta, formada por restos de leucocitos degradados, bacterias, tejido necrótico y exudado inflamatorio, y rodeada de una zona de tejido inflamatorio, fibrina y tejido de granulación.
Para que se produzca, es necesario que entren en contacto con el tejido gérmenes del exterior. En ocasiones, este contacto es debido a una alteración en la piel por una herida, erosión o punción, pero también pueden llegar por contigüidad, a través de conductos anatómicos naturales (de hecho, son frecuentes en el cuello o las axilas los abscesos debidos a obstrucción de glándulas sebáceas o apocrinas) o diseminados por el sistema circulatorio. El germen más frecuentemente implicado es Staphylococcus aureus, aunque a veces se encuentran otros gérmenes del grupo Streptococcus o incluso gérmenes anaerobios en el caso de tejidos poco oxigenados.
Clínicamente, un absceso se manifiesta en forma de masa dolorosa fluctuante, con signos inflamatorios locales. Precisamente es la presencia de fluctuación lo que diferencia un absceso de un flemón, en el que el material purulento es escaso y, por tanto, el abordaje terapéutico será diferente. Por ello es fundamental detectar la fluctuación (sensación táctil de líquido a la palpación exterior del absceso), tanto para el diagnóstico como para el tratamiento, pues indicará la zona en la que habrá que realizar la incisión.
Los gérmenes causantes de un absceso pueden entrar en el tejido por implantación directa (p. ej., traumatismo penetrante con un objeto contaminado), extensión desde una infección contigua establecida, diseminación a través de los vasos linfáticos o sanguíneos desde un lugar distante, o migración desde una zona donde forman parte de la flora residente hasta un área vecina normalmente estéril, a causa de la alteración de las barreras naturales (p. ej., formación de un absceso intraabdominal por perforación de una víscera).
Los factores predisponentes a la formación de abscesos se deben a trastornos de los mecanismos de defensa del huésped (p. ej., anomalías de la función de los leucocitos), presencia de cuerpos extraños, obstrucción del drenaje normal del tracto urinario, biliar o respiratorio, isquemia o necrosis tisular, hematoma o acumulación excesiva de líquido en los tejidos y traumatismos.
Los abscesos pueden comenzar como celulitis. La separación de los elementos celulares por líquido o el espacio creado por necrosis celular debida a otra causa, proporcionan un área donde los leucocitos se pueden acumular y formar un absceso. La disección progresiva por el pus o la necrosis de las células adyacentes expanden el absceso. El tejido conectivo, altamente vascularizado, puede después invadir y rodear al tejido necrótico, los leucocitos y los detritos, para aislar el absceso y limitar su extensión.
El agente causal del absceso Staphilococcus aureus es el agente causal más común, aunque hay otros microorganismos que también lo pueden producir como el  Streptococcus, gramnegativos y anaerobios.

Síntomas, signos y complicaciones.
Los síntomas y signos de los abscesos cutáneos y subcutáneos consisten en calor, hinchazón, hipersensibilidad y enrojecimiento sobre la zona afecta. Puede existir fiebre, sobre todo en los casos con celulitis adyacente. En los abscesos profundos son típicos el dolor y la hipersensibilidad locales junto con síntomas sistémicos, en particular fiebre, así como anorexia, pérdida de peso y astenia. La manifestación predominante de algunos abscesos es una anomalía de la función del órgano afecto, como la hemiplejía en caso de absceso encefálico.
Las complicaciones de los abscesos comprenden bacteriemia con diseminación de la infección a lugares distantes, rotura a los tejidos adyacentes, hemorragia a causa de erosión de los vasos por la inflamación, trastornos de la función de un órgano vital e inanición por los efectos sistémicos de la anorexia y el estado catabólico.

Tratamiento
Suele requerir drenaje quirúrgico del contenido. La rotura del absceso puede conducir a drenaje espontáneo, a veces con formación de fístulas de drenaje crónicas. Sin drenaje espontáneo o quirúrgico, el absceso se resuelve a veces lentamente tras la digestión proteolítica del pus, que produce un líquido fluido y estéril, reabsorbido hacia el torrente sanguíneo. La reabsorción incompleta deja una loculación quística dentro de una pared fibrosa, donde a veces se precipitan sales de calcio para formar una masa calcificada.
Los fármacos antimicrobianos sistémicos activos contra los microorganismos responsables están indicados para las infecciones profundas, pero muchas veces son ineficaces sin drenaje simultáneo. El drenaje apropiado incluye eliminación concienzuda del pus, el tejido necrótico y los detritos. Para evitar que se forme de nuevo el absceso, puede ser necesaria la eliminación del espacio muerto mediante su relleno con gasa o por la colocación de drenajes. Si es posible, se corregirán las anomalías predisponentes, por ejemplo la obstrucción o la presencia de un cuerpo extraño. Las tinciones con Gram y los cultivos, seguidos por prueba de susceptibilidad de los aislados obtenidos del absceso, proporcionan una guía para la elección del tratamiento antimicrobiano. El antimicrobiano de elección es el cefadroxilo (cefalosporinas de primera generación) en dosis de 1gr cada 12 horas por 7 a 10 días.
Técnicas de drenaje.
Siempre que hay una masa purulenta accesible, el tratamiento debe ser su evacuación física, es decir, el drenaje. El uso de antibióticos sistémicos es de dudosa eficacia, por lo que suele ser una medida coadyuvante. El antibiótico empleado será amoxicilina-ácido clavulánico 500-1.000/125 mg/8 h o cloxacilina 500 mg/6 h, pudiendo recurrirse a macrólidos en pacientes alérgicos.
Antes de llegar a la fase de absceso, las infecciones localizadas suelen pasar por una fase flemonosa. Para acelerar la formación de pus, puede ser útil el empleo de calor local, y realizar el drenaje cuando la fluctuación sea evidente.
El drenaje de un absceso es una técnica sencilla que se puede realizar en cualquier servicio de Atención Primaria (AP) de forma ambulatoria, con escasas complicaciones si se conoce la técnica. No obstante, en algunos casos está contraindicado el drenaje en AP, será entonces cuando habrá que derivar al paciente al segundo nivel asistencial.

Procedimiento
  • Lavado y desinfección de la zona: como en toda técnica de cirugía menor, debe comenzarse con el lavado de manos del personal que realizará el procedimiento, con la desinfección de la zona a tratar mediante el uso de povidona yodada, y la delimitación del campo con paños estériles.
  • Anestesia local de la zona : se debe emplear un anestésico sin vasoconstrictor, pues este puede aumentar la necrosis de los tejidos infectados. El uso de anestesia local viene respaldado por numerosos estudios que avalan su empleo, no solo para eliminar el dolor de la propia incisión, sino también para reducir el dolor durante la fase de desbridamiento de la cavidad del absceso. Así, varios estudios, han demostrado la utilidad de la inyección de anestesia local tanto en las capas superficiales de la piel como en el interior del absceso. A pesar de ello, es posible que el desbridamiento posterior sea doloroso, pues este tejido está sometido a un medio ácido, que reduce parcialmente la eficacia de la anestesia.
  • Incisión: debe realizarse en la zona de máxima fluctuación del absceso, que generalmente corresponde al centro de este. En el caso de que haya dudas, puede realizarse una punción y aspiración con aguja de 21 G hasta que se compruebe la salida del material purulento. Hay que evitar la zona de tejido inflamatorio circundante, muy vascularizado, para no producir un sangrado importante. La incisión debe ser amplia para garantizar la correcta y completa salida del pus. Y la zona de incisión debe protegerse con gasas de posibles proyecciones de material purulento; también se recomienda el uso de gafas. Cuando comience a salir el material purulento se puede ayudar con la compresión de la piel de alrededor dirigiendo la presión hacia la zona de incisión, evitando exprimir en sentido vertical al plano del absceso, pues se podría empujar el contenido de pus hacia planos profundos.
  • Desbridamiento: se introducirá en la cavidad una pinza de Kocher, abriéndola y cerrándola en su interior en todas las direcciones, con el fin de romper los tabiques que se hayan podido formar y eliminar los restos de tejido necrótico y fibrina. El objetivo es que en el interior de la cavidad quede tejido lo más sano posible.
  • Lavado de la cavidad: una vez desbridado, se debe lavar la cavidad con abundante suero fisiológico, que se inyectará con jeringa aplicando una ligera presión. Posteriormente, se lavará la cavidad con una mezcla al 50% de agua oxigenada y povidona yodada. El desbridamiento y el lavado con agua oxigenada y povidona yodada suelen ser los pasos más dolorosos del proceso, por lo que se debe advertir al paciente y respetar los tiempos que necesite.
  • Colocación del drenaje: los abscesos se deben cerrar «por segunda intención», para evitar un cierre superficial que podría dejar material contaminado en el interior. Por ello, se colocará un drenaje tipo Penrose o gasa de borde orillada, que se introducirá en la cavidad empapada en solución de povidona yodada, con ayuda de las pinzas de Kocher y dejando una parte en el exterior para su extracción en la siguiente cura. En abscesos de pequeño tamaño muy superficiales, como en las paroniquias (abscesos periungueales), puede no ser necesario colocar un drenaje.
  • Cura local: una vez colocado el drenaje, se realizará una cura oclusiva con gasas y apósito estéril.
  • Curas diarias: las curas posteriores deben ser diarias, para lo que se retira el drenaje, se lava la cavidad del mismo modo que la primera vez y se coloca de nuevo el drenaje, hasta que deje de salir material purulento y el tejido de granulación rellene por completo la cavidad.







Conclusión
Los abscesos constituyen una lesión caracterizada por la acumulación de material purulento en la piel y tejidos blandos cuya etiología principal es de origen bacteriano. Se ha demostrado que el Staphylococcus aureus es el principal patógeno causante de este tipo de lesiones, aunque también el streptococcus ha jugado un papel importante en la patogénesis.          El cuadro clínico se manifiesta básicamente por edema, calor, rubor, dolor y ocasionalmente fiebre.
Dicha lesión también puede afectar otros órganos como por ejemplo el hígado, el bazo, el páncreas, entre otros, en donde se debe establecer una estrecha vigilancia debido al grado de complejidad que puede acarrear la evolución de los mismos. El diagnostico es esencialmente clínico, salvo en aquellas circunstancias en donde se amerite el uso de estudios imagenològicos (absceso intraabdominales). El tratamiento consta de un correcto drenaje del material purulento combinado con la correcta cobertura con antimicrobianos, entre los cuales se mencionan cefalosporinas de primera  generación, penicilina penicilinasas resistentes (oxacilina), entre otros.













Bibliografía.

Pagina consultada el 21/07/15.

Pagina consultada el 21/07/15.


Pagina consultada el 21/07/15.

Pagina consultada el 21/07/15.

5)     Carrasco Jiménez MS, Ayuso Baptista F. Fundamentos básicos de anestesia y reanimación en medicina de urgencias, emergencias y catástrofes. Madrid: Arán. 2007.

6)    Varo Cenarruzabeitia JJ. Drenaje de abscesos. Libro electrónico de técnicas de Urgencias. Servicio Navarro de Salud. Disponible en: http://www.cfnavarra.es/salud/PUBLICACIONES

7)    Casado Vicente V, Calero Muñoz S, Cordon Granados F, De Serdio Romero E, Ezquerra Lezcano M, Gálvez Ibáñez M, et al. Tratado de medicina familiar y comunitaria. Barcelona: semFYC. 2007.

8)    Vázquez Lima MJ, Casal Codesido JR. Guía de actuación en urgencias. 3.a edición.

9)    Khalil PN, Brand D, Siebeck M, Hallfeldt K, Mutschler W, Kanz KG. Aspiration and injection-based technique for incision and drainage of a sacrococcygeal pilonidal abscess. J Emerg Med. 2009 Jan; 36(1):60-3.

10)  Bussen D, Sailer M, Fuchs KH, Thiede A. Chirurg. Tumescent local anesthesia in proctologic surgery. [Artículo en alemán] Chirurg. 2003 Sep; 74(9):839-43.


No hay comentarios:

Publicar un comentario